lunes, 22 de junio de 2009

Un démi s'il vous plaît.


Junta en un pueblo no demasiado lejos del culo del mundo a un puñado de tipos de diferentes nacionalidades y procedencias. Desde luego que existen diferencias culturales, pero si nos estamos refiriendo a ese gran conjunto que podríamos llamar "occidente", lo cierto es que no son tantas como las similitudes. Junta, entonces, a un puñado de occidentales, y se pondrán a beber. Esa es una de las características de occidente: el alcohol.

Lo primero que aprendes en una lengua nueva son los tacos y cómo pedir cerveza. Los tacos, porque es lo primero que te enseñan; cómo pedir una cerveza, porque es lo primero que necesitas aprender. Bueno, puede que lo segundo, después de las cosas sencillas como "hola" o "gracias".

¿Qué hago aquí? Aparte de trabajar, por supuesto -y nunca al mismo tiempo-, beber. Si juntas a ese grupo al que me refería, en un sitio en el que no hay gran cosa que hacer, querrá hacer algo cada vez que aparezca la ocasión. Como te descuides, eso se traduce en beber a diario, o casi. Da igual el motivo: alguien llega, alguien se va, alguien es un año menos joven; es viernes, es sábado, es domingo o lunes -curiosamente, supongo que tiene que ver con que el domingo aquí es el primer día de la semana y no el último, los domingos y lunes son días activos para el ocio nocturno-; acabamos de cobrar, o queda poco... Si no hubiera nada que celebrar, nos lo inventaríamos para poder beber.

Ya llevo casi un mes aquí, este jueves se cumplirán treinta días. Supongo que habrá que celebrarlo.