miércoles, 20 de mayo de 2009

El largo adiós


Dudo que haya nadie a quien le gusten las despedidas. Yo no soy una excepción. Los trámites burocráticos habían congelado mi próximo viaje al Canadá. Debería haber estado allí el 11 de mayo, finalmente empezaré a trabajar el 25. Durante esas dos semanas de diferencia, no pude evitar entrar en un estado de latencia. Pendiente de mi partida, cualquier cosa que empezase carecía de sentido si no tenía que ver con los preparativos; incluso dejé de escribir y de leer casi por completo. La amenaza de algún imprevisto que pudiese retenerme, temporal o incluso indefinidamente, me tenía en vilo.

No obstante, cuando la espera llega a su fin, de pronto ya no tiene importancia alguna. El momento ha llegado, tanto da cuánto haya tenido que esperar. Una vez haya salvado el último -posible- obstáculo, los vuelos, lo siguiente será poner los pies en suelo canadiense, en el aeropuerto de Trudeau, Montreal. Voy a hacerlo a la vieja usanza: primero uno, luego el otro. Luego, paso a paso, a caminar...

Después de la ya vieja sensación de no avanzar, de andar en círculos a lo largo de los días y semanas que se sucedían, el camino se abre ante mí. Qué me depara, claro, no tengo ni idea. Pero prometer, promete.

En las últimas semanas vi La Garriga -como dijo un amigo, ese pueblo, tan amado... y tan odiado- con algo de nostalgia. Esto se lo debo a la perspectiva del viaje: mi pueblo, el lugar que más tiene que ver conmigo, con lo que soy; se me aparecía viejo y nuevo a la vez: viejo como el pasado que dejas atrás, nuevo por verlo por primera vez con los ojos de quien va a abandonarlo para vivir en otro lugar. Será, como mínimo, por un año. Puede que más, ¿quién sabe? Me desprendo de un pasado demasiado presente como para dejar paso al futuro.

Adiós, La Garriga. Por primera vez, tal vez, tenga la ocasión de echarte de menos. Hola, Sainte-Adèle, seguramente te echaré de menos también cuando llegue el momento. Adiós, hostelería. Si tengo que echarte de menos, permíteme dudarlo, espero que sea para siempre. Hola, industria del videojuego... en fin, el futuro se presenta, como siempre, mucho más plagado de incógnitas de lo que la imaginación pueda invitar a pensar. Si alguien me hubiera hablado de este momento de mi vida tiempo atrás, no le habría creído.

Mañana me espera el día frenético que merece mi costumbre de dejar demasiado para el último momento. Pasado mañana... será otro día. El día en que todo empieza.




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